Foto color. Faro de Tarifa al atardecer desde el camino principal. Creative Commons atribución 4.0 internacional
Faro de Tarifa desde el camino principal (Viaje a Edén)

Faro de Tarifa: historia de una luz en la última frontera de Europa

El Faro de Tarifa ilumina las largas noches de la última frontera de Europa: aquí el más allá es la Gran África. En esta entrada recorremos juntos la historia del Faro de Tarifa, desde su construcción hasta nuestros días. Hablaremos también de su entorno, de la belleza del paisaje y de aquellas endelebles impresiones que deja en los viajeros que lo visitan. Dedicamos este breve escrito a todos los caminantes que han cruzado sus caminos con el nuestro, y que, a pesar de la llegada del turismo de masa, siguen amando a Tarifa y a su gente.

Tabla de contenido

Localización y entorno del Faro de Tarifa: la Isla de las Palomas

El Faro de Tarifa se localiza en las coordenadas 36° 0.069′ N 005° 36.577′ W, que corresponden a la Punta Marroquí, límite sur de la Isla de las Palomas. La Isla de las Palomas es un pequeño islote situado en frente de Tarifa, hermoso pueblo de la costa gaditana y punto más meridional de la Europa continental. Aquí se acaba nuestro continente, y cerca, tan cerca que la vista puede unirla al alma, se divisa el perfil inmenso y montañoso de la Gran África. En frente de la Isla, Atlántico y Mediterráneo mezclan y unen sus corrientes en una sola agua, un solo lugar de unión y convergencia, comienzo y término del Estrecho de Gibraltar, puente y unión de estas vastas geografías humanas y naturales.

Hasta el 1808, año en que el ingeniero cántabro Antonio González Salmón construyó un dique transitable que la unió a tierra firme, la Isla de las Palomas estaba rodeada de agua. Este dique es, hoy día, la única vía de acceso a la Isla y al Faro. La Isla de las Palomas está rodeada por los muros de una imponente fortaleza del siglo XVIII que protege las ruinas de un gran cuartel militar abandonado hace tiempo. Un cartel avisa de que queda prohibida la entrada, pero, por suerte, la pobre cancela que han puesto en sustitución de la antigua no consigue que se respeten las normas. Pasada la cancela, la carretera de asfalto que recorre el dique entra en la fortaleza, va derecha cortando la Isla en dos partes y acabando a los pies del Faro de Tarifa.

La Isla de las Palomas tiene una superficie casi plana, de unos trescientos metros cuadrados, y un contorno en que se alternan altas escolleras con bajos roquedos y pequeños arenales. Un matorral pobre y esparcido, más aquellas pocas especies, como el hinojo marino y la acelga marina, que aman la salitre y resisten al fuerte viento, son las únicas especies vegetales que pueblan este entorno. Una extensa colonia de gaviotas señorea estos parajes y anima con sus gritos una isla casi desierta de seres humanos. El cuartel era grande, numerosos edificios, más los campos de entretenimiento para los reclutas, constituyen una pequeña ciudad aislada del mundo y rodeada por aguas. Las primeras grietas se abren en los muros, la cal se está cayendo, todas las puertas están abiertas y el viento ha llenado las habitaciones de arena. El sencillo mobiliario de la vida militar, camas de hierro, armarios y estanterías, agudizan el sentido de abandono y la percepción viva del tiempo, de su lenta y delicada obra que transforma la piedra en polvo.

El tiempo, el batir constante del viento y de las olas, las ruinas, la ausencia de personas, la percepción aguda de estar en el fin de un mundo y una cultura, arraigan en el espíritu de quien visita la Isla de las Palomas, un profundo sentido de soledad, de lejanías, del confuso agitarse de memorias perdidas en el abismo de un tiempo que nada tiene de humano. Aquí, al limite de la Isla con el agua, en lo alto de la Punta Marroquí, está el Faro de Tarifa, luz de la última frontera de Europa.

Historia del Faro de Tarifa

La historia del Faro de Tarifa es una curiosa sucesión de eventos que acabaron para convertir un edificio pensado para la guerra, en luz y ayuda a los marineros: el Faro de Tarifa fue una torre almenara construida durante el reinado de Felipe II, convertida en señal marítima en 1822. En los párrafos que siguen recorreremos juntos los momentos salientes de este proceso, un poco como una viaje a través del tiempo, o un cuento, un cuento de olas y luz, de rutas y navegantes, de largas noches de frontera entre dos mares y dos continentes.

La construcción de la Torre Almenara

Como dijimos, la historia del Faro de Tarifa remonta al reinado de Felipe II, con la construcción de una torre almenara en la Isla de las Palomas. En aquel entonces las hermosas costas de Cádiz todavía no estaban asaltadas por turistas, sino por piratas, que buscaban carne fresca para los mercados de esclavos. Duele decirlo, pero, durante miles de años, la fuerza motriz del mundo ha sido sangre humana. También, desde un punto de vista militar, el Estrecho de Gibraltar, único acceso de agua al Mar Mediterráneo, tenía una enorme importancia estratégica, importancia que, en caso de guerra, lo pondría en la mira del enemigo. Para asegurar una mejor defensa de la costa, Felipe encargó la construcción de nuevas torres almenaras que respaldarían a las ya existentes Torre de la Peña, Torre del Rayo y Torre del Pedregoso. En 1577 el director de fortificaciones Luis Bravo de Lagunas inspeccionó las costas del Estrecho y dejó la orden de construir 3 nuevas torres almenara, entre ellas una “atalaya en una isla que está delante de Tarifa”.

Para los amantes del idioma: el origen de la palabra “almenara” es árabe, y deriva de «al-manarah», que significa el faro, donde «nar» es fuego. Es curioso cómo, a veces, los nombres de personas y lugares sean un presagio del destino que espera detrás del mañana, pero estas son solo sugestiones románticas… Lo del fuego hace referencia a la costumbre de encender fuegos en las torres vigías para comunicar a los otros puestos de vigilancia la presencia del enemigo.

Volvemos al Faro de Tarifa. Los trabajos para la construcción de la torre almenara, empezaron solo en 1588, bajo el proyecto y dirección del ingeniero Juan Pedro Livagote. El coste recayó sobre Fernando Enríquez de Ribera y Portocarrero, adelantado mayor de Andalucía y II Duque de Alcalá, ya que en aquel entonces Tarifa estaba dentro de su señorío. De las tres torres almenaras que se realizaron, la de la Isla de Tarifa era la más grande, rondaba los 17 metros de altura y tenía un diámetro de 10 metros en la base. Su tamaño permitió dotarla de artillería. La estructura era simple y elegante, un tronco de cono en cuya base presentaba alambor, o sea un engrosamiento inclinado que tenía función de reforzar la estructura y, de paso, impedir que maquinarias de guerra pudiesen acercarse demasiado al muro permitiendo al enemigo escalar la torre. Conformaban el interior dos cámaras abovedadas sobre dos niveles que se comunicaban por medio de una escalera de caracol. Las cámaras se abrían hacia el exterior por dos puertas-ventanas orientadas hacia sudeste. La escalera estaba iluminada por dos tragaluces defendidos por sus respectivas ladroneras.

Los primeros ocupantes de las torres tardaron unas décadas en llegar. Había un artillero y tres guardas, pero a menudo se hallaban dificultades para encontrar gente que quisiese trabajar en tan expuesto, peligroso y solitario lugar, quedándose la torre con poco o ningún personal. Cuanto a Tarifa no le iba nada bien, con pocos soldados, un castillo en ruinas y la amenaza constante de ataques enemigos, la que hoy es una localidad turística frecuentada y a la moda, fue un lugar con pocas risas y muchas dificultades. En esta tierra desolada, en los confines del país y del continente, la Torre de la Isla se levantaba solitaria frente a las amenazas.

Pasaban los años, la corona planeaba grandes proyectos para reforzar la defensa de Tarifa y de la Isla de las Palomas, pero nada hacía. Tendremos que esperar casi dos siglos para que comenzaran aquellos trabajos que, con el tiempo, transformarían la Isla de Tarifa en una fortaleza en medio del mar, y su Torre Almenara en el Faro de la última frontera de Europa. Con la Real Orden del 9 de marzo del 1798, Carlos IV daba pie a la construcción de tres baterías de artillería con edificios anexos y ordenaba de apoyar con gracia y cuidado una hermosa linterna en la torre almenara de la Isla: pronto una maquinaria de guerra se transformaría en el bello Faro de Tarifa, esperanza de los navegantes y seducción de viajeros.

De torre almenara a Faro

Los primeros dos proyectos para la transformación de la Torre Almenara en el Faro de Tarifa corrieron a cargo de los ingenieros Juan Pírez y Joaquín Ferrer Amat, ambos involucrados en la fortificación de la Isla, pero fueron rechazados. El 4 de octubre del 1799 se encarga al ingeniero Tomás Muñoz, director del Arsenal de la Carraca (Cádiz), la redacción del proyecto para transformar la Torre Almenara de la Isla de las Palomas en un Faro.

Foto Color. Plano del poryecto del Faro de Tarifa de Tomas Muñoz, año 1799. Creative Commons atribución 4.0 internacional
Plano del Proyecto de Tomas Muñoz, 1799 (Instituto de Historia y Cultura Militar)

El proyecto de Muñoz elevaría la altura de la torre a 39,75 metros con la construcción de dos nuevos cuerpos. El primero repetiría el esquema del cuerpo original, mientras que el segundo, de alrededor de 7,5 metros de altura y 6,7 metros de diámetro, estaría rematado por una barandilla de hierro y un basamento de sillares donde se colocaría la linterna; también tendría en su interior una segunda escalera para acceder a la linterna. Siendo un fanal giratorio, el proyecto preveía la colocación de las maquinarias de relojería que moverían el aparato. El Rey aprobó el proyecto el 17 de octubre. El proyecto fue copiado y puesto en marcha por el ingeniero Juan Pírez poco después.

Pero la historia es caprichosa y a menudo frustra las intenciones humanas: la grave situación económica, provocada por una nueva guerra con Inglaterra, bloquearían el proyecto cuando la construcción de la primera cámara abovedada del segundo cuerpo del Faro estaba completada.

Fue en plena guerra de la Independencia que los trabajos para la construcción del Faro de Tarifa volverán a reanudarse. El 25 de octubre de 1811 se leía en las Cortes de Cádiz un proyecto del Intendente González Salmón, que pretendía cobrar un impuesto a todos los barcos que cruzaran el Estrecho, con el fin de financiar la fortificación de la Isla de las Palomas y completar la construcción del Faro de Tarifa. El proyecto fue aprobado y puesto en práctica solo 10 días después. La razón de tanta prisa era sencilla: los franceses habían puesto sitio a Tarifa. El sitio duro 17 días, los franceses se fueron con la promesa de volver y los españoles le creyeron: los trabajos de fortificación empezaron casi de inmediato, pero tenemos que esperar al 16 de junio de 1812 para que una real orden obligase, por fin, al recaudamiento de los fondos para completar las obras del Faro de Tarifa. Para las nuevas obras del Faro se tomó como modelo el proyecto de Muñoz, que fue solo levemente modificado: el Faro de Tarifa tendría tres cuerpos; los primeros dos, grandes y fuertes, darían al faro tamaño y altura, el tercero cobijaría la linterna.

Las vicisitudes políticas, las guerras, y la falta de fondos, ralentizaron enormemente los trabajos. Pese a este hecho, la solercia de Salmón, poco a poco, transformó el Faro de Tarifa en realidad. En 1822 estaba concluido el tercer cuerpo, de 4,2 metros de altura, donde se apoyaría una linterna de hierro fundido con función de fanal. Mientras se esperaba la nueva, bella linterna, se decidió poner un foco fijo de luz blanca. Finalmente, después de tantas vicisitudes, el 30 de mayo de 1822 la gaceta de Madrid anunciaba el encendido del Faro de Tarifa para el 1 de junio del mismo año:

«De orden del Gobierno se avisa a los navegantes que estando ya colocado en la Torre de la Isla de Tarifa, situada en el Estrecho de Gibraltar, el fanal giratorio mandado establecer en aquel punto, se encenderá este desde la noche de 1 de junio inmediato, en lugar de la luz fija que ha tenido en la actualidad; lo que se anuncia a los citados navegantes para su conocimiento y gobierno»

La linterna originaria tenía 3,3 metros de diámetro y 6,6 de altura, con 15 luces distribuida en tres cuerpos en grupo de 4, 8 7 3. El disco de platina sería de 1,7 metros de diámetro, cumpliendo su revolución alrededor de la linterna en 2 minutos. La orden era de encender al faro 30 minutos después de la caída del sol en verano, y 15 minutos después en invierno. El Faro de Tarifa se apagaría todos los días al amanecer.

Durante sus primeros meses de vida el Faro quedó sin pintura ni encalado, conservando el aspecto primitivo de torre almenara. Pero su alma y su tarea habían cambiado para siempre: el Faro de Tarifa se olvidó de la guerra para cuidar, desde ahora en adelante, de la vida de los marineros.

Foto Blanco y Negro del plano del Faro de Tarifa en 18
Plano del Faro de Tarifa en 1878

El Faro de Tarifa Hoy

Con el tiempo el Faro de Tarifa se encaló, se pintó de blanco, como le conviene a un Faro sureño, y se le añadió la casa del farero, sencilla estructura de una sola planta a base rectangular. Mientras tanto, la Isla de Tarifa perdía su importancia estratégica y con ella el interés de los militares. Antes de ser abandonada, se destinó a centro de instrucción de las nuevas reclutas, pero la supresión del servicio militar llevó en 2001 al completo abandono de la Isla, que desde entonces está bajo el mando de la autoridad portuaria.

Foto color. Faro de Tarifa y casa del Farero vista frontal. Creative Commons atribución 4.0 internacional
Vista frontal del Faro de Tarifa y Casa del Farero (Viaje a Edén)

El sistema sistema óptico es de giro rápido, montado sobre una cuba de mercurio accionada por una máquina de relojería Chance Brothers y distancia focal de 700 mm. La señal luminosa es en grupos de 3 destellos en 10 seg. Hoy día el sistema es automatizado. Responde al nombre de José Luis Tetuán Goñi (San Sebastián, 1955) el hombre que tuvo el honor de ser el último farero de Tarifa. Era el 1993 cuando José Luis tuvo que dejar su cargo por la automatización del Faro; Luis había llegado a Tarifa desde los Países Vascos en 1985. Desde la salida de Luis el Faro sigue a solas su tarea de cuidado, a pesar de que, el fin de semana, recibe visitas insólitas. El ayuntamiento de Tarifa ha convertido la casa del farero en un centro de interpretación, y organiza visitas guiadas, una por día durante el fin de semana. Pero, por suerte, los viajeros tenemos noches solitarias y largas tardes entre semana, donde entrar a escondidas en la Isla de las Palomas, y sentarnos a orilla del Mar junto con el Faro de Tarifa, para hacerle un poco de compañía ahora que está solo, y escuchar algunos de sus largos cuentos de mar y de los hombres que a ella pertenecen.

Impresiones de viaje

Después, se divisa una gran muralla a occidente del mundo, como de una ciudad legendaria construida en una isla en medio del mar; detrás y al fondo hay una blanca torre, y más allá, el presagio de una tierra nueva. Es un hermoso día de Poniente, el azul brilla más intenso que el mar y grandes nubes blancas recorren, como monstruos de algodón, el cielo de la imaginación y el cielo del mundo. Entre las nubes nada se mueve, el cielo está quieto, las aves han dejado a Europa para buscar la gran calor Africana. Volverán del viaje en primavera: serán tantas y tan bellas que vencerán a la belleza del cielo. Cruzamos el dique y nos acercamos a la muralla. Saltamos la cancela: la Isla de las Palomas se ofrece bella y solitaria bajo el sol del último otoño, estamos solo las gaviotas y nosotros. Cuánta libertad siente el alma cada vez que no aceptamos una prohibición, cada vez que rompemos límites y confines dando un paso más; cuánta libertad siente el alma cuando nadie se interpone entre nosotros y un lugar todo por explorar, cuando el mundo queda desnudo de seres humanos y algo, como el recuerdo de una pureza antigua, aflora lento en la piel y en el alma.

Salimos y entramos de los edificios, metemos la cabeza por todas partes, corremos, gritamos probando el eco de los espacios, como niños curiosos en un parque de atracciones. Y mientras, más alto que todos los edificios, sólido, silencioso y solitario, el Faro de Tarifa duerme, esperando a que la noche lo despierte. Nos acercamos por fin, apoyando el mentón al muro del Faro miramos arriba. Sólido en frente al mar, como el guardián de un reíno lejano, como una blanca leyenda de espuma, el Faro ahonda en el cielo. Por fin saciamos la curiosidad que teníamos antes de pasar la muralla de la Isla, cuando del faro de Tarifa solo veíamos la linterna iluminar los Lances y la mar. Queda en su forma, fuerte y compacta, el recuerdo de cuando fue una obra de guerra, transformada por el tiempo y la necesidad en ayuda a la navegación. Estaca de Bares, Cabo de Palos, Tarifa o San Cibrao, poco importa: todos los faros son símbolos de esperanza, sólida humana arquitectura contra la líquida mutabilidad del mar, amigos vigiles y fuertes al que levantamos los ojos en un momento de necesidad, marcadores infalibles en las encrucijadas de los puntos cardinales. Detrás del Faro el terreno baja por una brevísima cuesta hacia una media luna llana de roca y arena, límite extremo de la Punta Marroquí, que a su vez, es el punto más meridional de la Europa continental: hemos llegado al fin de nuestro mundo, el Faro duerme todavía. Nos sentamos cerca del agua, el fuerte oleaje nos salpica la cara, sopla con más fuerza el viento, cruza un barco las corrientes puntando a occidente. Sentados, en la tarde tranquila, de un otoño a punto de estallar en el invierno, miramos el paisaje abrirse como el vuelo de un ave. Tendidos hacia la luz, bebiendo del sol y del cielo, Océano y Mar unen sus cuerpos en una sola agua y África, la gran África, abre su boca inmensa frente al dulce perfil de Europa. Dos mares, dos continentes, dos mares y dos continentes unidos en un solo espacio, un solo diminuto espacio al alcance de los pasos: es tan profundo aquí, el sentido de las distancias y del mundo, sobrecoge el alma y despierta un solo deseo: libertad. El tiempo ha perdido sentido y medida, solo late el mundo, como un respiro que nos viene desde dentro. Y se levanta el Faro de Tarifa, centro de esta extraña unidad.

Queremos agradecer a Juan Antonio Patrón Sandoval, que conocemos solo a través de las páginas de sus hermosos libros sobre la Isla de Tarifa: estos libros han sido la cantera de donde extraímos los ladrillos para levantar la historia del Faro de Tarifa

Foto color. Faro de Tarifa al atardecer, vista desde Playa Chica. Creative Commons atribución 4.0 internacional
Faro de Tarifa desde Playa Chica (Viaje a Edén)

Galería de fotos del Faro de Tarifa

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