Golpea fuerte bajo los azotes del Levante, golpea fuerte el mar a la tierra, al alma, al tiempo. Cabo de Gata queda como un recuerdo de pureza en un camino ya largo, casi un año ha pasado desde que salimos de viaje. La costa de Murcia llega delicada a nuestros sentidos: pocos prevén lo que esconden los recodos del camino.
Pasamos unos días cerca de Águilas (Murcia), sorprendido por la bella vitalidad de su gente y las calles rebosantes de humanidad; la biblioteca y la casa de la juventud han sido un pequeño hogar de estudio, de reflexión, de creación. Pocos kilómetros después, Cabo Cope se clava en nuestra experiencia marcando un punto de inflexión, un cambio repentino en nuestra actitud que hasta ahora ha mirado al Mediterráneo como agua, como espacio físico donde poder buscar un camino de vuelta hacia la naturaleza entendida como la vida en sus valores más básicos y absolutos. Una torre, la historia antigua de los esclavos y la piratería, una fuente, unas cuevas de pescadores, las cuadrillas de africanos recogiendo brócoles: volvemos a tejer con la mente la trama del ser humano con la urdimbre de los lugares a través del tiempo. El Mediterráneo vuelve a ser espacio humano, lugar de vivencia, hogar de nuestras culturas, origen del oro y de la sangre de nuestra historia. Es una larga caída hacia atrás, un lento desbordar de la memoria el tiempo, el caerse de las fronteras del yo para ser el nosotros que implica la historia, con la percepción, sueño quizás, que en nuestra piel queda memoria del pasado, del respiro de la Mar y de los ancestros, que detrás de un recodo del ser nos espera lo que la historia todavía no desvela.
Seguimos las trazas humildes pero hermosas de la costa de Águila y Lorca, como en Cala Blanca, tocando la carne del tiempo, la carne del Mediterráneo, según lo que el camino ofrece, en esto símiles a nuestros ancestros que se movían según los recursos que el mundo ofrecía en su nivel más esencial, agua y comida, antes de que la supervivencia se convirtió en el torcido revolverse de la economía de empresa, gran monstruo que se está comiendo todo: moríamos y vivíamos por ley de naturaleza y vida, hoy se muere y vive por y para un consejo de administración: somos la especie superior.
Llega Cartagena, en Murcia, la historia de imperios y comerciantes, Escombreras y el infierno de las refinerías, el Mar Menor teatro de un estupro hecho por capricho, la gracia del Faro de Cabo de Palos, Portmán y la Union, el drama de una tierra consumida bajo la egida del estado y la sumisión del pueblo, el Paisaje Lunar de Albanilla producto de la salvaje actitud del ser humano, Arbí y la delicada belleza que vence al tiempo… Mediterráneo, cuna de civilización y gran balneario de Europa, de su agua venimos, por su agua hemos vuelto a andar.
Y pronto, otra vez y luego, los dientes, los dientes azules y brillantes
¡Luz! ¡Luz! El hombre en ella se completa.Polvo de Sol, brillo de armas,
Principio esencial de los cuerpos y de los espíritus
En ti los mundos se broncean y se humanizan,
En ti nos rendimos y nuestros dolores se sublimanInsistente antigüedad
Albert Camus, Mediterráneo
Mediterráneo, ¡oh! ¡Mar Mediterráneo!
Solos, desnudos, sin secretos, tus hijos esperan a la muerte.
La muerte te los devolverá puros, por fin puros.
comenta