Somos autoestopistas, por amor al viaje, a la distancia y a la libertad, por la búsqueda de lo inesperado y encuentros fortuitos, por aquel inextinguible deseo de horizonte que sigue animando nuestra vida. Este breve ensayo que recorre la historia del autoestop quiere ser un homenaje a todas aquellas personas que siguen apostando su destino al borde de una carretera. Buena lectura, y sobre todo buen viaje.
J. T. Schelebecker en su “An informal history of Hitchhiking”, pone el origen del autostop en los Estados Unidos, alrededor de los años ’20. A ser sinceros no sabemos mucho sobre el origen del autostop y el comienzo de nuestra historia. Diría yo que el autostop, en el sentido de obtener un pasaje gratuito de un desconocido a prescindir del medio de transporte utilizado, nació junto con los mismos medios de transporte. Por ende, pensando que el caballo se domesticó entre 4000 y 3500 antes de la era común, el primer legendario autostopista, el gran inventor de nuestro arte, fue un alguien sin nombre que consiguió un pasaje a caballo en algún rincón de las estepas Euroasiáticas. Puede ser que tú seas uno de sus descendientes.
Cuanto a las siguientes edades del mundo, no tenemos testigos arqueológicos o pictóricos acerca del autostop. Algunos podrían pensar que este hecho se debe a que el autostop fuese una práctica poco difundida o inexistente; otros toman el asunto del revés, y postulan que el autostop era un hecho tan común y tan poco llamativo, que nadie sintió la necesidad de escribir o pintar escenas de autostop. Quien escribe sigue pensando que pedir un pasaje a un carro o caballo, aunque solo desde el campo a la aldea, recae dentro de la normal actitud humana de echarle un cable a alguien que te cae bien o pedir un favor en una situación de apuro.
Esta teoría se ve confirmada por algunos textos literarios, que nos cuentan de como personajes de variada naturaleza, aceptan un pasaje sobre distintas clases de vehículos. Un temprano ejemplo de testigo literario de autoestop nos lo ofrece la odisea. Después de relatar sus desventuras al Rey de los Feacios, este decide aparejar un barco para darle a Odiseo un pasaje hacia Ítaca. Sé que hablamos de un barco, pero no es el medio que hace el autoestop, sino el ademán, el obtener un pasaje gratuito a prescindir del medio de transporte utilizado.
Sea lo que fuese, hasta bien entrado el siglo XX, la historia del autostop se reduce a suposiciones, sueños y teorías. Como comenté al comienzo, el primer documento serio sobre el autostop y su historia, lo debemos al señor Schelebecker, que publicó su ensayo en 1958. Según nuestro autor, el autostop como lo conocemos hoy, lo de levantar el pulgar al borde de una carretera para conseguir un pasaje en un coche u otro vehículo a motor, nació en Estados Unidos en los años 20 y tiene mucho a que ver con el paulatino difundirse de vehículos motorizados. Parece lógico pensarlo: el automóvil acortó las distancias y aceleró el tiempo, pero no todos podían permitirse el lujo de un vehículo a pesar de pensar cuanto cómodo y barato sería si alguien te dejara un asiento libre…
Dar un cuadro general de la situación hoy día es difícil. Hablando de Europa occidental, quizás el autostop tuvo su momento de gloria en los 60′ y luego empezó un lento declive, solo Francia, creo, sigue siendo un país donde el autostop es muy común. Al este la situación es diferente, se practica más, siendo en Rumania, por ejemplo, algo muy común. En España, hasta hace unas décadas, el autostop era algo común en las áreas rurales, una forma de solucionar la falta de transporte, pero, por lo general, nunca el autostop tuvo gran éxito. La gran mayoría de los autostopistas que encontrarás por el suelo Español son extranjeros y en número reducido: España tiene fama de ser un país difícil para el autostop, opinión que comparto hasta cierto punto, pero esto lo veremos en otra entrada.
Tal como pasó a todas las actividades humanas, la historia del autostop tuvo un momento bisagra con la revolución digital. Hoy día la comunidad de autostopistas ha encontrado en el medio digital una forma de organizarse, encontrarse, intercambiar informaciones y organizar competiciones. Hay páginas web, páginas de Facebook, aplicaciones, una enciclopedia llamada Hitchwiki, todo un remolino de lugares digitales donde nuestra comunidad desarrolla su vida, a pesar de que el encuentro casual, al borde de una larga carretera llena de promesas, es la forma más bonita de encontrarnos.
Queda claro que la historia de del autostop no está a punto de acabarse, ni nosotros estamos al borde de la extinción. Desde aquellos tiempos antiguos, perdidos en las tinieblas de la historia, esta divertida expresión de viaje y libertad nunca se ha parado. Ropas y mochilas han cambiado, pero el espíritu, este deseo de libertad con sabor a mundo y carretera nunca, nunca se ha extinguido: estamos todavía aquí, con el pulgar levantado, apostando al borde de la carretera.
Texto y foto por Gabriele Burchielli
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