Foto niños enfila en la escuela de los Escolapios en Sevilla.
Niños enfila en la escuela de los Escolapios en Sevilla.

La Escuela: herramienta del poder.

Este breve escrito va dedicado a todos los niños que aprenden dentro de las escuelas, a todos aquellos adultos que de niños vivieron una educación basada en premios y castigos, que quisieron ser ellos mismos y por miedo a no ser aceptados, siguieron las reglas del juego que le fueron impuestas, y hoy siguen sanando. A aquellos niños que les dijeron debes ser alguien en la vida y que tras tanto tiempo siendo otro, hoy saben que son y que siempre fueron alguien y cada día luchan por ser más libres. A todo los que aman y cuidan a los niños para que sean adultos sanos en un mundo de locos.

Hace tiempo que unos pocos eligieron y consideraron cuales serían los intereses de los futuros adultos, lo que se debía aprender. Establecieron horarios, materias y ritmos fuera de lo natural. Con 4 años comenzamos 5 horas en el aula para seguir aumentando el tiempo durante la adolescencia, sentados bajo la luz de neón, escuchando a personas que nos hacen competir y nos dan una instrucción no deseada. Se deben sacar buenas calificaciones, 10 es mejor que 7, tu dibujo no sigue las líneas, está mal, tú que las sigues lo haces bien. Debes ser alguien en la vida pero… Nosotros ya lo somos.

Tabla de contenido

¿Cómo nació la escuela que hoy conocemos?

Entre el 1760 y 1840 la sociedad vivió grandes cambios: se inventó la máquina de vapor, llegó el ferrocarril y la mecanización de la producción. Nos encontramos ante el fervor de la Revolución Industrial que afecto a todos los ámbitos de la vida. Las escuelas, en principio destinadas para los hijos de reyes, alta nobleza y el clero quedaron obsoletas, ahora se necesitaba al pueblo, mano de obra cualificada: aquellos analfabetos comenzarían su instrucción. El estallido de la Revolución Francesa  aceleró el proceso y dieron una ya pensada “victoria” al pueblo: el acceso gratuito para todos a las escuelas.

Se crearon en toda Europa las escuelas destinadas a los hijos de los obreros, no se quería mejorar la conciencia ni la cultura de la clase baja, se buscaba disciplinar y mejorar las capacidades del trabajo productivo que se volvía cada vez más complejo. Todo estaba planificado como en una fábrica: espacios artificiales, muchos alumnos, poca luz solar, horarios estrictos que volvían a aquellos jóvenes adultos esclavos del tiempo, un poco de tiempo libre, y sirenas que sonaban para hacer cambios como si de una fábrica se tratase. 

A lo largo del siglo XIX se llamó a la educación del pueblo, educación popular, que se orientó a las artes y oficios, nunca se pensó en la instrucción en primeras letras (lectura, escritura y cálculos) sino en la formación profesional, la especialización técnica y económica y perfección de la mano de obra para las nuevas y grandes fábricas que iban proliferando. Esta fábrica-escuela creaba:

Un trabajador obediente. El niño debe estar sentado, para que normalice la supresión del movimiento necesaria para ser un trabajador inamovible en su puesto. No hablar en clase lo acostumbraría a ser un trabajador silencioso, poco apto a la organización; hacer bien sus deberes a prescindir de lo que piensa, así será un trabajador que cumple su labor sin cuestionar, sin crear problemas; no comer en clase, aseguraría que la actividad laboral se quedará libre de distracciones e interrupciones. Suena la campana, hay tiempo libre, suena la sirena, toca el descanso, el alumno se acostumbra a moldarse a las pautas establecidas percibiéndo la obediencia como un hecho normal.

La disciplina y una pedagogía basada en premios y castigos, era el pilar de la educación. El maestro era el poseedor del saber, incuestionable como el sacerdote de una religión. Se creaba una relación didáctica vertical, el estudiante no tenía nada que decir, nada, salvo repetir lecciones o hacer deberes para juzgar sus capacidades o esfuerzos.

Un trabajador infalible. Los errores se pagan caro, en la industria, y también en la escuela. El alumno no debe crear nada, debe reproducir lo que le enseñan, absorber pasivamente las materias que se dan en clase: se repite durante años, se explica, se hacen deberes, se estudia, se hacen pruebas y se espera la calificación.

Un trabajador adaptado. Los horarios de las fábricas, divididos en periodos de tiempo que finalizaban a golpe de sirena, se imitaron en la escuela. También se aprendió a trabajar de forma individual a pesar de estar rodeado de personas. ¡Cada cual a lo suyo!

En este contexto, surgió la necesidad de una educación masiva y estandarizada. Las escuelas públicas comenzaron a crecer y el modelo educativo se centró en la formación de ciudadanos productivos. Sin embargo, esta uniformidad y enfoque en la productividad llevaron a críticas sobre la deshumanización de la educación y la falta de atención a las necesidades individuales del ser humano.

Las escuelas se convirtieron en un pilar social, en una obligación necesaria para el mantenimiento de una estructura jerárquica y bien organizada. Escuela, fábrica de ciudadanos obedientes y eficaces, donde las personas se convierten en números y calificaciones. Todos deben saber lo mismo, serán examinados y seleccionados, aquellos considerados válidos irán a la universidad, la más alta cuna del ciudadano bien instruido.

A la par del desarrollo de la educación se llevó a cabo un proceso de deslegitimación de la cultura popular y de los saberes tradicionales, que los pueblos han desarrollado desde siempre de forma espontánea. La cultura escrita es la única válida, noble, eficaz y portadora de verdad; la tradición oral, materia para el folclorista romántico, es un conocimiento de segunda clase, desperfecto que va corregido en lugar de ser otra forma de producir y transmitir conocimientos.

¿Qué sucede con la diversidad?

No todos los niños son iguales, ni si quiera de adulto lo somos aunque han intentado que lo seamos. En la escuela se tiende a estandarizar, homogeneizar. Este niño habla mucho, juega poco, no lee bien, es muy tímido. El niño tiene que ser el niño estándar, pensado por el sistema, tiene que moverse como los de su edad, hablar como los de su edad, saber y aprender como los de su edad, juzgar el bien y el mal de forma idéntica a los demás. Se removió de la educación una parte fundamental, no solo del conocimiento, sino de la sociedad: la experiencia intergeneracional. Mezclarnos, aprender pequeños de grandes y viceversa, vivir en comunidad, fortalecer los lazos sociales, crear juntos es un elemento básico de todas sociedades, es algo que se había hecho siempre y que de pronto nos quitaron, organizándonos en innaturales franjas de edad, que nos espolian de la riqueza de la experiencia social. Como pueblo, seguimos perdiendo, saberes.

Desde hace ya unas décadas se habla de niños hiperactivos, según estadísticas, en España un 7% de los niños lo son, y el 1% son medicados con psicofármacos. Los criterios para diagnosticar esta enfermedad mental ha sido puesto en debate en varias ocasiones pues se considera los siguientes:

Dificultad para mantener la atención en las tareas escolares o durante el juego. No parece escuchar cuando se le habla en forma directa. No sigue las instrucciones ni finaliza las tareas. Tiene dificultad para organizar tareas y actividades.

Parece que se ha confundido la diversidad con una enfermedad mental, parece que si no escuchas una exposición aburrida o no te gusta lo que te obligan a estudiar estás enfermo. Los niños siempre han sido inquietos, no quieren prestar atención a obligaciones, no tienen ganas de escuchar a un adulto y menos si le dicta instrucciones. Quedan entonces dos preguntas: ¿Qué le pasa a los adultos que no aguantan a los niños? ¿Qué hacen los adultos para que el niño esté inquieto?

El ser alguien en la vida.

Nacemos y crecemos siendo conscientes de que somos alguien, individuos que corren, saltan y trepan, ríen, gritan y lloran: prisa y estrés se interiorizarán a través de un largo aprendizaje. ¿En qué momento se torció todo y decidimos o decidieron que debíamos “ser alguien en la vida” cuando ya sabíamos quienes éramos? El ser alguien significa ser un ser útil para el sistema, o sea, el sistema te reconoce solo en el momento en que sigues las normas con las tareas que te han sido mandadas. Haber cumplido bien con la tarea que te ha sido asignada, te genera gozo: el sistema educativo ha alcanzado su objetivo.

El amor, es decir, entendimiento, aceptación, respeto, paciencia, son vitales para el desarrollo y el aprendizaje. Amor, en definitiva es preocuparse del prójimo y no intentar que sea algo diferente que se moldee a nuestros gustos o necesidades. En la escuela se enseña amenazando con castigos o chantajes, valorando o desvalorando la actividad intelectual según parámetros rígidos, establecidos por una minoría que intenta moldar los seres humanos a su personal idea de bueno, malo, apto, valido o mejor. En la escuela, intentamos que el niño haga lo que nosotros queremos, establecemos sus ritmos, le imponemos nuestras conveniencias: creamos una relación de poder, de autoridad no funcional, donde se premia y se castiga. El niño se ha obligado a sí mismo hacer cosas que no le interesan, ha dejado sus intereses por atender lo que le obligan pero ¿Por qué no se rebela? Por recibir AMOR y PROTECCIÓN. No hace deberes por aprender, sino por miedo a perder amor, seguridad y reconocimiento: por miedo a la exclusión, gran terror de todo animal social.

La escuela siembra este miedo desde que somos niños: miedo a perder amor, miedo a la aceptación del grupo, a revelar quién eres, a ser uno mismo. La escuela es el lugar donde se ensaya la mentira social, donde aprendemos a fingir de ser quienes no somos: este peso luego nos acompaña a lo largo de toda una vida. “Tienes que ser alguien”: las escuelas nos enseña a ser diferentes de quienes somos, a luchar contra nosotros mismos. La escuela nos han separado de nuestra identidad.

Escuela y Educación, ¿son sinónimos?

Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española la definición de escuela, dos primera definiciones que aparecen son las siguientes:

  1. Establecimiento público donde se da a los niños la instrucción    primaria.
  2. f. Establecimiento o institución donde se dan o se reciben ciertos tipos de instrucción.

Si buscamos educación nos da la siguiente:

  1. Acción y efecto de educar.
  2. Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes.

La escuela que hemos creado no es y nunca será sinónimo de educación. Poco ha cambiado respecto a la del siglo XIX: repetir, repetir y repetir la lección para memorizar. El aprendizaje impuesto y obligado, nos impide convertirnos en seres seguros de nosotros mismos, capaces de crear su propia identidad. Creemos en la necesidad de un cambio en la forma en la que concebimos y practicamos la educación, un modelo educativo más humano y respetuoso. Los niños necesitan  aprender de su entorno y seguir sus ritmos: crear espacios donde el aprendizaje sea una experiencia liberadora y transformadora, adaptada a las verdaderas necesidades del ser humano y la sociedad como conjunto. Comencemos a crecer sanos.

Foto de una madre con un bebé. foto de flickr: Hugo Gomes
Noah. Madre con bebé de flickr: Hugo Gomes

comentarios

  • Buenas,
    Estaba buscando información sobre plantas silvestres y me enamoró el cariño y rigurosidad con el que estan escritas vuestras entradas. Así que me dejé llevar por mi curiosidad y continué leyendo y me di cuenta que hay mucho más que eso en este lugar. En tiempos en que todo el mundo busca el impacto rápido, esto es un lugar donde se comparte desde la experiencia propia y estoy encantada de haber hecho una parada por aquí y seguro que de vez en cuando os continio visitando.Enhorabuena por vuestro gran trabajo y mis mejores deseos para vuestra aventura.

    • Buenas tardes Cruz,
      Es difícil describir lo que sentimos leyendo palabras amigas como las tuyas, que llegan después haber sido rodeados por personas que solo nos animaban a desistir: gracias, de veras nos has emocionado, y nos renuevas ganas y fuerzas para seguir adelante.