No sabemos cuándo, ni cómo, de vivir el tiempo el ser humano sintió la necesidad de medirlo de forma cada vez más exacta e implacable, convirtiendo el fluir de la existencia en una nueva forma de esclavitud. Cierto es que al comienzo eran los cuerpos celestes que establecían el ritmo de la caza, de la recolección, de las horas de luz, debiendo el ser humano vivir acorde al tiempo establecido por la naturaleza. En este contexto, el movimiento aparente del Sol en el cielo y las fases lunares, tuvieron que ser no solo referencia de vida, sino medida.
Esta forma de medir el tiempo, tan humana y tan armónica, no era universal; el momento en que el sol alcanza su zenit o surge la luna llena, por ejemplo, cambia considerablemente según longitud y latitud del observador. Pero nunca fue un problema: el ser humano se movía tan lentamente, y las conexiones entre comunidades eran tan escasas, que esta diferencia de tiempo entre lugares no causaba inconveniente alguno; también el sistema de producción, basado en la caza y la recolección, en absoluto necesitaba de la cadena de los horarios, los días de fiestas, las humillantes horas de tiempo libre, que es el tiempo encerrado entre dos obligaciones. La única exactitud que conocíamos era el ademán del cazador que helaba la carrera de la presa, era la exacta reacción del cuerpo que pedía alimento y salía en su búsqueda, era el momento en que teníamos que olvidarnos de todo para entregar el cuerpo al otro y generar vida. No se trataba de inconsciencia, más bien de una conciencia cuya profundidad impedía pensar el tiempo y nos obligaba a vivirlo: lo único que hacíamos, como todos los animales, era ser. Me pregunto cuanto no sea este el Edén, la edad de oro que relatan todos los mitos.
Pero el conocimiento nos encaminó en la senda del “progreso”, pongo las comillas por qué las bombas, los venenos utilizados en la agricultura, la cadena de montaje que esclaviza al trabajador, sistemas de escrituras hechos para someter y humillar masas de analfabetos se consideran progresos. Por una bajeza ética que no tiene medida, nos enseñan que Sumerios y Egipcios han sido grandes civilizaciones por haber aplicado la esclavitud a gran escala y organizado el trabajo con una rigidez antes desconocida, construyendo una sociedad basada en el miedo a dios y en la sumisión, y que acabó para tributar enormidades de recursos parar celebrar cadáveres. No te dejes confundir: la esclavitud y los reyes no nacieron con el ser humano, se inventaron, se justificaron y se normalizaron a través de procesos culturales que han incluido la enseñanza de la historia. Cuando miramos al pasado tenemos que dar un juicio según nuestra propia medida, o la historia solo servirá para justificar el orden establecido o ilusionarte con el cuento de que el transcurrir del tiempo equivale a progreso.
Al volverse más complejas, sociedades humanas y sistemas de producción, y más retorcidas nuestras mentes, la medición del tiempo se encaminó hacia una progresiva precisión, pero fue solo en el siglo XIX que se sintió la necesidad de un sistema de medición del tiempo válido para el mundo entero. Los culpables de este cambio fueron el tren y el telégrafo: la llegada de estas nuevas tecnologías permitieron desplazamientos más rápidos, tan rápidos que el tiempo comenzó a ser un problema serio. En aquel entonces la hora se establecía observando el paso del Sol por el zenit del meridiano del lugar; este fenómeno astronómico servía para sincronizar los relojes a las 12:00. El problema era que, como podemos imaginar, el movimiento aparente del Sol en el cielo depende de la posición geográfica del observador, o sea, a lo mejor en Londres eran las 12 pero en Cardiff las 11:30, no hablamos de Nueva York, donde la gente estará tomando el primer café de la mañana, ya que serían las 08:00.
La británica Great Western Railway, y luego la Railway Clearing Union, para obviar al problema, eligieron sincronizar todos los relojes de las estaciones de los trenes según el horario del Observatorio Real de Greenwich, que a su vez se sincronizaba con el Sol a su paso por el zenit donde se encontraba el observatorio. La hora exacta se transmitiría por telégrafo de Greenwich a todo el Reino. Recordamos que en aquel tiempo el meridiano de Greenwich era el meridiano de referencia para la cartografía producida en Reino Unido y, desde el primer Congreso Geográfico Internacional celebrado en Amberes en 1871, el meridiano de referencia para la cartografía mundial. La elección de las compañías de trenes inglesas marcó un hito en la medición del tiempo, pero llevó orden solo en los ferrocarriles ingleses.
Queremos ahora remarcar un hecho importante: se comenzó a sentir la necesidad de tener un horario válido en todo el mundo, no solo para el tema del transporte, sino, y quizás sobre todo, porque los vínculos entre las naciones se hacían cada vez más estrechos y más complejos los sistemas de producción, necesitando estándares del tiempo y de las medidas en general para asegurar un correcto funcionamiento: lo que llaman nuevo orden global no es nada nuevo, se lleva construyendo desde hace tiempo, las grandes corporaciones que ahora tienen el mando de la sociedad son la consecuencia lógica de la historia que elegimos escribir y celebrar. Todo los reinos, todos los imperios, han soñado con extenderse al mundo entero.
En 1884, se organizó en Washington D.C la Conferencia Internacional del Meridiano, con el objetivo de elegir un meridiano de referencia o Meridiano 0 y un sistema para sincronizar el tiempo a nivel mundial. La conferencia de Washington llegaba después de varios encuentros internacionales y publicaciones de resonancia mundial, donde se había discutido el asunto del meridiano de referencia. Sandford Fleming, un ingeniero y cartógrafo canadiense de origen escocés, presentó en la Conferencia una propuesta interesante: los husos horarios. Fleming dividía la tierra en 24 husos de 15 grados de longitud; de 15 grados es el ángulo que recorre la tierra durante una hora de su rotación, o sea un ciclo de rotación de la tierra tarda 24 horas en cumplirse y recorre 24 husos. Partiendo de un meridiano de referencia, llamado meridiano 0, cada huso al Este del Meridiano 0 añadiría una hora a la hora local, mientras que restaría una hora si se encontrara al Oeste. De esta forma, la hora del Meridiano 0 sería la base del sistema de referencia y todas las horas locales estarían coordenadas de forma sencilla y precisa.
De momento la conferencia se limitó con establcer a Greenwich como meridiano 0, por consecuencia la hora media de Greenwich o GMT (Greenwich mean time) se convirtió en el estándar de tiempo, o sea, en el Tiempo Universal UT (Universal Time), la elección del adjetivo universal en lugar de mundial se atribuye a las manía de omnipotencia del listo bípedo. Se adoptó también el día de 24 horas con comienzo a las 00:00. Poco importa que los principales países del mundo esperaran casi medio siglo para adoptar el sistema de husos horarios propuesto por Fleming: la base para un orden mundial del tiempo estaba sentada. El ser humano tenía que adaptar sus ritmos a la marcha implacable del reloj, cuya exactitud era del orden de fracciones de segundo: nuestra vida se ató a la medida de un parpadeo. Pero no fue bastante.
A pesar de la amplia aceptación de la GMT, se descubrió que la rotación de la Tierra no es constante debido a diversas influencias, como las mareas y las fuerzas gravitacionales. Esto llevó a la necesidad de ajustar el tiempo de forma aun más precisa: en 1960, se introdujo el Tiempo Atómico Internacional (TAI), basado en la vibración de átomos de cesio. Sin embargo, como el TAI no tenía en cuenta la variabilidad en la rotación de la Tierra, en 1963 se creó el Tiempo Universal Coordenado (UTC) para incorporar ajustes periódicos llamados «segundos intercalares». Estos segundos adicionales se añaden o sustraen para mantener la coherencia entre el tiempo atómico y la rotación de la Tierra.
La Hora de Greenwich sentó las bases para la estandarización del tiempo a nivel mundial; el Tiempo Universal Coordenado (UTC) es la versión actualizada que incorpora la precisión de los relojes atómicos y la corrección de segundos intercalados para mantenerse sincronizada con la rotación terrestre. El paso ha sido enorme: por primera vez en nuestra historia, los orgullosos humanos hemos parado de medir el tiempo según el Sol, padre de nuestra existencia y de la del planeta, para basarnos en una tecnología humana, como a decir más progresamos más miramos nuestro hermoso ombligo, más progresamos más miramos pantallas en lugar que el cielo.
Este gran “progreso” en la medición del tiempo, implica que la vida humana, tu vida y la mía, cuenta menos que la oscilación de un átomo. Ya no podemos hacer nada, el ritmo de nuestra vida está establecido con extrema precisión: somos esclavos del tiempo. No importa si mañana te levantas un poco más cansado: el reloj establecerá implacable la hora en la que tendrás que salir de casa, cualquier desviación debida a tu conciencia se condenaría como retraso, a veces este retraso conlleva una forma de punición (para estar seguros de que no te rebeles, y sobre todo que te parezca normal, comienzan acostumbrándote a todo esto desde la primaria). Poco importa si algo te atrae por el camino y merece un momento y una sonrisa, el tren cerrará sus puertas con precisión milésima. Hablamos mucho de libertad, nos creemos el único animal libre porque podemos elegir nuestro destino, cuando en realidad ya no tenemos ni derecho a vivir nuestro tiempo: tiempo libre= tiempo encerrado entre dos obligaciones. Somos esclavos de nuestras propias creaciones, somos esclavos del tiempo.
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