Enclavado en el extremo noroccidental de la Isla de Tenerife, el Faro de Punta de Teno surge en el medio de un paisaje seco, violento, hermoso. El Faro nos llegó casi por casualidad, las culpables fueron una mañana con nada que hacer esperando la llegada de un amigo, y unas palabras caídas con descuido mientras tomábamos un café. Después de contaros la historia del Faro de Punta de Teno, compartiremos la impresión de un día, que fue parte de un largo viaje, que nos reveló la honda belleza de la Isla de Tenerife escondida detrás de la ruidosa cortina del turismo.
Tabla de contenido
- El emplazamiento del Faro de Punta de Teno
- Historia del Faro de Punta de Teno
- Impresiones de Viaje
- Despedida
- Galería de Fotos del Faro de Punta de Teno
El emplazamiento del Faro de Punta de Teno
El Faro de Punta de Teno se emplaza en el último estribo de Punta de Teno, extremo noroccidental de la isla de Tenerife, en las coordenadas 28°20′31″N 16°55′22″O. Punta de Teno nació del encuentro del agua y del fuego: las lavas de la Montaña del Vallado, la Montaña de Zahorra y el Volcán de la Punta de Teno Bajo cayeron al mar, el agua mudó la lava en piedra. Sobre este cuerpo de lava petrificada, las manos del tiempo, del viento y de la lluvia, moldearon las formas que hoy vemos: un paisaje abrupto e irregular, negro y rojo como el infierno, rodeado por el fresco azul del Atlántico. El clima de Punta de Teno es seco, con una temperatura media anual superior a 18º C. Llueve poco, ni 200 mm al año; las pocas lluvias mojan la tierra entre noviembre y marzo. La vegetación es casi ausente, los animales terrestres consisten en una variada colección de lagartos. Altas en el cielo, más ligeras que las nubes, junto con otras aves marinas, se admiran el águila pescadora y el halcón de Berberia.
En tiempo de los guanches, Teno Bajo era lugar de reunión para la celebración del solsticio de verano, el 21 de junio. La gente bajaba desde los Riscos del Teno, la tarde del día anterior, y quedaban juntos hasta la salida del sol, cuando, al ver sus primeros rayos, se bañaban desnudos. Los hombres se mojaban en la Playa de la Ballenita, junto a donde hoy está el Faro; las mujeres se bañaban en el Bajío del Negro. Para favorecer la fertilidad se bañaban también a las cabras. Al atardecer, humanos y animales, regresaban todos a Teno Alto.
Historia del Faro de Punta de Teno
La historia del Faro de Punta de Teno remonta a un interesante y turbulento siglo XIX; el proyecto para su construcción se enmarcaba dentro de un renovado interés en la reforma y mejora del alumbrado marítimo, que tuvo el gobierno durante la regencia de María Cristina y los sucesivos reinados de Isabel II y Alfonso XII. Fruto de este interés fue la aprobación, en 1847, del “Plan General de Alumbrado Marítimo de las Costas de la Península e islas adyacentes”. A pesar de nombrar las islas en el título, este plan no generó ninguna intervención en las islas Canarias, que seguían careciendo de faros.
Mientras tanto, el tráfico marítimo de las islas Canarias crecía, debido al recalado de los barcos que, procedentes de las colonias europeas en África, Oceanía y América, volvían a las metrópolis. Para hacer frente a las nuevas exigencias de navegación en las islas, el gobierno aprueba en 1857 el “Plan de Alumbrado Marítimo de las islas Canarias”, que llevó a la construcción de los primeros faros canarios, deán de los cuales fue La Farola del Mar del Puerto de Santa Cruz de Tenerife, inaugurada en 1863 según el proyecto elaborado por el ingeniero Francisco Clavijo y Plo. Clavijo trazó también en 1864 el proyecto del segundo faro de la Isla, el Faro de Anaga.
Llegamos finalmente a un año crucial para la historia del Faro de Punta de Teno: en 1881 se aprueba el “Plan de Reforma del Alumbrado Marítimo de las islas Canarias” por el que se ordena la construcción de nuevos faros, incluido nuestro Faro de Punta de Teno. El proyecto del Faro de Punta de Teno, fechado 1888, se debe al ingeniero catalán José Sanz Soler, muy conocido por su intenso trabajo en los ferrocarriles, de hecho fue suyo el proyecto del ferrocarril que uniría Tánger a Fez. El Faro de Punta de Teno iba a ser el tercer faro que alumbraría las costas de Tenerife, en un emplazamiento, Punta de Teno, importante fondeadero desde la época romana.
Los trabajos para la construcción del Faro de Punta de Teno comenzaron el 15 de abril de 1891 y finalizaron el 15 de marzo de 1893, pero, por causas que desconozco, fue solo al atardecer del jueves 7 de octubre de 1897, cuando el Faro de Punta de Teno se encendió por primera vez con una sencilla lámpara de petróleo Maris de dos mechas.
El Faro Viejo de Punta de Teno era un sencillo torreón de 7,62 metros, hecho en piedra volcánica extraída de La Gomera, emplazado en un “resalto de la punta” de poco menos que 40 metros. En el interior de la torre se alojaba una escalera de caracol que llevaba a la linterna octogonal de cristales llanos, obra de la afamada compañía parisina BBT (Barbier, Benard & Turenne). La BBT se fundó en 1862 al número 82 de “rue Curie”, en el 19º distrito de París y pronto se especializó en la fabricación de dispositivos ópticos y sistemas de iluminación para faros. Lideró el mercado mundial durante décadas, exportando sus productos hasta América. Tristemente clausuró en 1982. Perdonad esta digresión, pero la BBT es casi una leyenda entre los amantes de los Faros. Era también de la BBT el equipo óptico, con una distancia focal de 500 mm. Todavía hoy se puede admirar la base donde se apoyaba la lámpara.
Junto al Faro de Punta de Teno estaba la Casa del Farero. La casa era sencilla en el diseño, de una sola planta, hecha con la misma piedra gris que el Faro, con todas las habitaciones distribuidas alrededor de un patio central. Los ventanales eran muy grandes y permitían tener hermosas vistas sobre el paisaje. Se accedía al Faro desde el interior de la casa.
Décadas después, en 1935, se equipa al Faro de Punta de Teno con una nueva lámpara de acetileno con válvula solar, con un alcance máximo de 18 millas. El tiempo no se para, y la modernidad acabó para llegar hasta lo que, en aquel entonces, era un rincón lejos de todo. En 1975 se aprueba el proyecto para la construcción del faro actual. El Faro Nuevo de Punta de Teno se inauguró el 2 de abril de 1978, tenía una nueva instalación de acetileno con válvula solar y óptica catadióptrica giratoria; su altura era de 20 metros sobre el suelo. Se pintó con franjas blancas y rojas.
El faro Nuevo de Punta de Teno era automatizado: no necesitaba ayuda humana. Los fareros eran algo obsoleto, la ingeniería cuidaría ahora del Faro y de los marinos. Fue Antonio Hurtado el último farero, el que cerró la puerta de la casa, que se despidió del faro, que se llevó el calor y la poesía de la presencia humana en un mundo que iba a ser, cada vez más, dominio de las máquinas. El Faro se electrificaría en 1996, instalando unos paneles fotovoltaicos y añadiendo posteriormente un sistema de telecontrol.
Hoy día la Casa del Farero y el Faro Viejo vierten en el abandono, mientras el Faro Nuevo, vacío de presencia humana, sigue iluminando el mar a cada puesta del sol, pero el marino que lo mira desde el barco, sabe que nadie ahí vela, está solo, solo en la vastetad del Océano.
Impresiones de Viaje
La negritud de la tierra oscurece al mar: las rocas llenan la carne del Océano con sombras densas, el agua se tiñe de un azul oscuro, hondo, extraño y pesado. Como se ve que el fuego ha creado todo esto, el fuego, el fuego creador, la lava del volcán y el agua han labrado Punta Teno con formas de violenta belleza. Todo alcanza puntos extremos, todo se desarrolla como oposición: la brillante y suave planitud del mar frente a la áspera foresta de cuchillos negros de la tierra. Una calle, como un estrecho pasillo entre dos bajas crestas de roca negra y afilada, recorre la Punta y lleva casi a los pies del Faro de Punta de Teno. Una cancela, afortunada, cierra el paso y convierte el Faro de Punta de Teno en un lugar solitario: las olas de turistas rompen en la cancela y refluyen hacia la parada del bus. Rodeo la cancela trepando por las rocas y me cuelo. Quedamos solo tú, el Faro y yo: aunque tú no estás siempre estás.
Una pequeña ruptura de las reglas, un diminuto ademán de ilegalidad, un pensamiento que no se preocupa de lo prohibido desvelan: de repente Punta de Teno se lanza en la carne del mar como el cuello tenso de un ave que rompe el aire perdiéndose en las corrientes del cielo; la costa abre a sus lados dos amplios arcos como dibujándole alas. El Horizonte, la Mar, toda esta tranquilidad inmóvil, fresca belleza azul, y este Cielo, este cálido hermoso Cielo de otoño, este Sol, el Sol que nos crea, el origen del sudor, de esta luz, de esta vida que se agarra al tiempo obstinada y feliz, venciendo para siempre la muerte en el continuo renacer de todo. Hace calor, es noviembre y hace calor.
El Faro se enclava en mitad de Punta de Teno, justo en un resalto de la roca que lo eleva sobre el mar. Está formado por un único cuerpo, una torre de cemento de 20 metros, pintada en bandas rojas y blancas, que sostiene la linterna. Dos balcones circulares, con sencillas barandillas de metal, se insertan en la parte alta y garantizan el acceso a la linterna. La parte baja de la torre está envuelta en un cilindro de cemento en que se abre la puerta de acceso. El Faro de Punta de Teno se inauguró en 1978, su luz siempre estuvo guiada por la ingeniería y la informática, nunca hubo veladas alrededor de la candela, ninguna canción, ninguna nota de diario, ningún temporal vivido con aprensión. Debajo del Faro, después de un escalón natural de la roca, está el Faro Viejo y la Casa del Farero, que atendieron a los marinos desde el signo XIX hasta la construcción del faro actual.
La Casa del Farero está en ruinas, en ruinas aquel pasado donde la experiencia era de piel, y necesaria era la presencia humana. Sencilla, práctica, bonita, la casa está hecha en piedra local, una gran construcción rectangular de una sola planta, grandes puertas-ventanas que abren el interior hacia el patio y hacia fuera, hacia la belleza que lo rodea: por donde se mira solo se ven negros cuchillos de roca y manchas-piedras rojo sangre. Los cristales y los marcos de madera se han caído.
Mudo, sin luz, como un viejo sin dientes, inútil y olvidado, el Faro Viejo se ha sentado tranquilo al lado de la casa del Farero; mira al mar y quizás recuerda de cuando era él que… El Faro Viejo es una sencilla construcción parecida al Faro Nuevo, un torreón recorrido por una breve escalerilla de caracol que lleva a donde estuvo la linterna. Pero no es de cemento el Faro Viejo, está hecho por piedras volcánicas, negras como este paisaje negro, negro como un infierno alegre y divertido. La escalera de caracol está llena de piedra y polvo; de la lámpara solo queda la base de hierro carcomida por el óxido; algunas de las ventanas de la linterna han caído: no habla con luz el viejo faro, ahora su voz es la voz arcana que Viento despierta cuando posee el cuerpo de las cosas.
Nunca había entrado en un faro, es lo bonito de las ruinas, nadie se interesa, nadie vigila. Quedo tranquilo, los ojos cerrados, la frente absorta en el sol y el alma mirando al mar, del Faro escuchando el eco, antigua y vieja historia del hombre y de la mar. El viento sopla fuerte, la voz del mar me golpea en las orejas y parece mojarme la cara ¡Qué ganas de coger un barco, de irme lejos y perder de vista la tierra, rodeado solo de azul! Quiero morirme de azul, quiero ser un una gota humana, un destello de ola en inmensidades azules e infinitas. Hoy el deseo es uno y sencillo: ¡que el viaje nunca acabe!
Sshhhhh. De pronto el viento se ha parado, vuelve el silencio cercano tuyo como si fuese un abrazo de cuidado: el golpear de la Mar se ha ido lejos, ilusión casi, espejismo de espuma. En la tarde, cuando el Sol muerde fuerte, la quietud es como los arcos concéntricos de una piedra caída en el estanque del tiempo, se van, olas tras olas, con tranquilidad, hasta quedar todo hundido.
Se levanta, claro como la esperanza, como un pensamiento feliz, en la negritud extrema del paisaje el Faro de Punta Teno: ella trasluce, entre las piedras negras que tanto recuerdan a la oscuridad, a la hondura de la tierra y a la muerte, la muerte feliz, la creadora, la gran madre de la vida.
Despedida
Pues, la gran conclusión es que acabas de leer un texto un poco extraño, o quizás no. ¿Qué importan las descripciones minuciosas, la perfecta evocación de formas y perfiles en un relato de viaje? Lo que importa es la emoción, la vivencia, lo que el lugar despierta en el espíritu del viajero, o quizás ni esto. Sea lo que fuese, ha llegado el momento de la despedida: buen viaje desde Viaje a Edén.
comenta