Carmen Ruz Rábade
Nací en verano, hace 31 años, en la misma ciudad donde me crie, y donde más tarde estudié historia, Sevilla. Recién graduada elegí otro camino: la educación infantil y la pedagogía, creo que la base de todo está en nuestros comienzos.
Cuando algo me pareció bueno me lancé, a veces salió bien, cuando no, nunca pensé que hubiese podido pasar si no lo hubiese hecho. Me cuesta escuchar las críticas de las personas que tengo cerca y reacciono mal, algo contra lo que lucho. Soy muy expresiva, las cosas se leen rápido en mi cara.
Hace un año dejé el tabaco, y todavía, mi cerebro canalla, de vez en cuando me recuerda lo que sentía cuando fumaba. Siempre tuve afición a los bares, por los encuentros y el estar juntos, el olvidarme un poco de yo.
Me crie en una ciudad, mi cuerpo se acostumbró a saltar y correr entre adoquines, mi encuentro con la naturaleza fue tardío: la estoy descubriendo ahora, con los ojos de una niña y la libertad de un adulto. Me encanta mirar la mar, escuchar los vientos y leer el cielo; trepar, escalar, llegar a lo más alto; correr y sudar; jugar con el equilibrio, buscar equilibrio, dentro del cuerpo y fuera, en el mundo.
Cuando salí para este viaje, cargué la mochila con todos mis miedos, pánico en la oscuridad, tensión cerca de un animal, vértigo al mínimo vacío y otros. Ahora ando de noche con frontal puesto pero apagado; no escapo de las vacas, les doy pan cuando las cruzo; comencé a ganar cumbres casi gateando, luego llego el placer de una pisada segura; y con los otros sigo hablando.
Gabriele Burchielli
Italiano de 46 años, adoptado por iberia a pesar suyo, de iberia digo, en la vida he sido estudiante, fontanero, policía, librero, camarero, albañil, pastor de oveja, músico, guía, vago y vagabundo. Maridé la curiosa exploración del entorno y de los seres que lo habitan con estudios regulares sobre paisaje, patrimonio y ciencias naturales. El objetivo siempre fue el mismo a pesar de las diferencias entre los caminos: entender a través de las vivencias la relación entre el ser humano y su entorno, relación que cristaliza en la hermosa variedad del paisaje. Siempre ha sido curiosidad por saber como vives, como te ganas el pan, cuales son tus deseos y tus necesidades, pero a la vez entender como crece un bosque, como se mueve el mar, como soplan los vientos.
Mucho tuvo que ver con la historia: miro al presente y no veo futuro; pienso en el pasado y me pregunto como hemos llegado hasta este punto y la forma de tomar juntos otro camino. Pero, sin conocerte y conocer al mundo donde juntos vivimos, nunca llegaré a una respuesta que pueda concretizarse en acción. En mi mente tiene la misma importancia el nacimiento y caída de un imperio, el funcionamiento de una gran corporación y como crece una planta, o los problemas diarios de un agricultor, de la persona que me atiende en un mercado o de mi vecino. Viajar con el cuerpo y estudiar con la mente y los sentidos han sido la forma de encontrar al mundo y a ti, esta experiencia es lo que lees en las paginas de Viaje a Edén.
Para que me conozca más allá de mis intenciones te digo que mi ética es sencilla: creo la libertad condición previa y anterior para que existamos, sin la posibilidad de elegir y determinarse no hay seres humanos; nunca me planteé un compromiso, siempre acepté las consecuencias éticas y morales de este exceso, pocas veces tuve valor bastante para actuar acorde a este pensamiento, pero sigo soñando y luchando por un mundo sin jerarquías.
Juzgo sin rabia a mí y a los demás, quien no juzga no toma posición, pero rehúyo del condenar por saber bien que alguien podría pedir que pague por mis faltas. La coherencia es un problema que me preocupa cada vez más, me parece a menudo que la filosofía que aplicamos a nuestras vidas tiene como objetivo justificar conductas poco comprensibles. Esta incongruencia entre acción y pensamiento ha estallado poco antes del comienzo de este viaje, ahora lucho a diario contra la hipocresía, mía y tuya; por favor, no me preguntes por el resultado de esta lucha.
Amo a las palabras, pero son fáciles, demasiado: la verdad, si verdad hay, es un ademán. Me gustan los sabores fuertes y sencillos, queso viejo, carne, café y vino; caminar con rumbo incierto; la mar y los faros; el divagar infinito en compañía de un buen amigo. Tengo culto del cuerpo, algo casi griego, y me resulta complicado separar lo espiritual de lo carnal; admito que tuve una adicción casi patética para los dulces, y luché largo tiempo para dejar el tabaco, por el cual tengo profunda nostalgia. Quiero a las personas y no aguanto a la gente.
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