Arnao, costa asturiana, siglo XIX, comienza la primera explotación minera submarina de carbón de Europa. Pronto se comienzan a levantar todas la infraestructuras necesarias a la vida de los numerosos mineros que acudieron al trabajo. Tiendas, iglesias, viviendas y una escuela que vio la luz en 1913, para educar a los hijos de los mineros. En un entorno marcado por la dureza del trabajo en las entrañas de la tierra, esta institución destacó como un oasis de educación progresista y liberadora: la Escuela de Arnao trazó un camino innovador para la enseñanza de aquellos tiempos.
Mientras tanto, en Italia 6 años antes, María Montessori abría su primera escuela para niños pobres del barrio de San Lorenzo, en Roma; 1919 en Stuttgart, Alemania, se inauguraba la primera escuela Waldorf, construida para ayudar a los hijos de los trabajadores de la fábrica Waldorf – Astoria. La escuela de Arnao crecía a la par de dos conocidas pedagogías que hundieron sus raíces a principios del siglo XX.
Arnao contaba con un gran patio trasero con relieves de mapas que abrían horizontes, un enorme alfabeto que descifraba mundos y tablas de números que invitaban a contar sueños. Un total de 10 tablas, 3 mapas y un reloj amenizaban las clases al aire libre. La escuela de Arnao planteaba, para niños sin recursos, una educación nueva, progresista para los tiempos, más natural, interactuando con el entorno y utilizando materiales naturales. Era totalmente gratuita, en un mundo donde el acceso a la educación era un privilegio reservado para unos pocos, la escuela de Arnao abrió sus puertas sin distinción alguna. Era un acto de equidad, de creencia en el potencial de cada niño, independientemente de su origen o condición social: a través de su simple existencia, la escuela de Arnao cuestionaba el poder establecido y el sistema que obligaba a la obediencia y los periglos que aquella conllevaba.
Arnao pertenecía al grupo de escuelas del Ave María que sigue la pedagogía majoniana cuyo fundador y autor es Andrés Majón (1846-1923) sacerdote, pedagogo y canonista.
Hospedado en la Abadía del Sacromonte, el padre Manjón bajaba todas las mañanas con su burra al centro de Granada para impartir clases de Derecho. Todos los días veía la pobreza del barrio de Sacromonte, un barrio de cuevas y chabolas, personas analfabetas y miseria . Todas las mañanas Andrés pensaba en aquellos niños y niñas, y siempre se decía de buscar una solución. La solución llegó como un jarro de agua fría, una tarde el padre Manjón andaba por Sacromonte cuando escuchó una voz cantar una canción cristiana, se apeó de la burra y se fue hacia una cueva donde encontró una señora del barrio dando clases a las niñas de las cuevas. El padre Manjón se avergonzó tanto al ver que aquella mujer hacia lo que podía con tan poco y él no había sido capaz de hacer nada con todo lo que tenía. Decidió hacerse cargo del alquiler de la cueva y pagarle un sueldo aquella maestra, proporcionó ropas y alimentos a las niñas. Así fundó, en el año 1889, la primera escuela, pronto se trasladaría a un carmen que compró en uno de los sitios más bellos de la ciudad, frente a la alhambra. La escuela se llamo Ave María por la catedral de su querida Granada.
El padre Manjón nació en un pequeño pueblo de Burgos, Sargentes de la Lora, su experiencia en la escuela no fue buena, repetidos castigos, reglas memorísticas y una dura disciplina hizo que en sus obras hablase de este tipo de enseñanza y criticase el sistema que él mismo padeció. Manjón fue pionero en la introducción de una escuela activa y libre donde la naturaleza tiene un papel muy relevante; se usaba el juego como método de aprendizaje; campamentos, colonias y excursiones eran parte de su pedagogía. En la misma línea temporal y con ideas afines, pero para adultos, se desarrollaba en Madrid la conocida Institución Libre de Enseñanza (ILE), se creó como respuesta a la política restrictiva de la monarquía española y no permitían que la iglesia entrase en el sistema educativo. Dinámicas de aprendizaje parecidas pero con ideas bien distintas, el padre Manjón era católico.
La escuela del Ave María crecía a la par de las pedagogías alternativas que surgieron en el siglo XX y que defendían una educación activa y al aire libre. Andrés Manjón era cristiano por lo que la religión formaba parte de su filosofía, educaba en: la fe, la esperanza, el amor a Dios y al prójimo, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza y en la humildad. Sus escuelas fueron proliferando en España convirtiéndose la de Arnao en una de ellas.
Según Majón estas eran las “condiciones pedagógicas para una buena educación:
Debe ser activa, tanto por parte del alumno como del maestro, a la vez, y no meramente pasiva.
Debe ser sensible o estética, fomentando los sentimientos nobles del alma por el gusto de lo bello y lo bueno.
Junto a la inteligencia y la voluntad conviene educar la sensibilidad, haciendo la enseñanza agradable e intuitiva, para que produzca dicha, favorezca el orden intelectual y contribuya al orden moral. Cuidando la salud, el ejercicio físico, la higiene, etc., pues un cuerpo sano, fuerte y bello favorece el orden intelectual.
Debe ser artística, cultivando las tres bellas artes: música, dibujo y poesía.”
PADRE MANJÓN
Ahora, 110 años después de la escuela de Arnao , en la Europa del siglo XXI, la educación al aire libre, la conciencia del entorno, el uso de materiales naturales y el juego como aprendizaje se ha convertido en un lujo al alcance de unos pocos privilegiados. La gran mayoría, en una escuela gratuita pasan la mañana sentados, a excepción de unos 30 minutos del llamado tiempo libre, aprenden y leen en un aula bajo la luz de neón, llevan numerosos deberes a casa y el contacto con la naturaleza es casi nulo.
Al otro lado de este sistema se encuentran las llamadas pedagogías alternativas que de alternativo tienen poco pues, realizan lo que todo niño y ser humano querría hacer: estar al aire libre, correr, saltar, ser autónomo, tener capacidad de elección y aprender lo que a uno le interesa a cada momento. En vez de pedagogía alternativa deberíamos llamarla pedagogía del sentido común. Todo esto lo hacía la escuela de Arnao , en Asturias, y lo llamaban simplemente educación.
Las pedagogías alternativas, como los conocidos métodos Montessori o Waldorf, en su esencia compartían la visión de Arnao, y nacieron para niños y niñas desfavorecidos, solo que ahora están reservados para aquellos que pueden permitirse pagar cuotas mensuales de cientos de euros. Sí, es una paradoja, aquello que nació como una luz para la desigualdad, ahora se ha convertido en un símbolo de exclusión. Si quieres que tu hijo tenga libertad para correr, saltar, jugar paga, si quieres que tenga tiempo para pensar, paga: la enseñanza al aire libre y el uso de materiales naturales se ha convertido en un lujo para unos poco.
Esperamos que algún día podamos recuperar la esencia del aprendizaje, donde la educación era un derecho inalienable, donde la naturaleza era nuestra maestra y donde cada niño tenía la oportunidad de crecer, florecer y pensar, sin importar su origen o su bolsillo.
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