Ojo abierto, expresión de sorpresa de quien está redescubriendo el cielo
(Giuliano Belli)

Redescubriendo el Cielo (Cueva del Moro)

La Sierra de la Plata se eriza como una bestia y hunde sus colmillos de piedra en el azul vivo del Atlántico. Ya el Sol arrastra la luz por debajo del mundo, impaciente la Luna se muestra en el cielo. El carril corre en la ladera empinada de las montañas. Paramos justo debajo de un gran peñasco que mira hacia África; por debajo se abre el verde intenso de los Pinares de Bolonia y más allá su larga y serena playa mojada de espuma y viento. Haces días que rondamos alrededor de este Peñasco como polillas alrededor del fuego, cautivados por algo que mana de la piedra y por una pequeña cueva que los lugareños llaman Cueva del Moro.
La cueva custodia grabados y pintura rupestres: es el gran Sueño de las Edades, la sed nunca apagada del origen, como un intento desesperado de romper el muro del tiempo y regresar a la nostalgia del comienzo, ilusionados con que algo hermoso esperaría al ser humano que consiga el regreso…
Desde que llegamos aquí la cueva es como un ojo insomne abierto en nuestra percepción; nos perseguía por la montaña, por la playa, por el bosque, apareciendo constantemente en el horizonte con su latido extraño. Hoy es la última noche que acampamos en su sombra.
Sopla un viento tibio, ahuyenta el frescor de la noche; nuestras voces, el sonido de algún pájaro y el tauteo del zorro, se persiguen a través de los ecos como jugando al escondite: el paisaje sonoro de la Cueva del Moro es tan bello como el dibujo que aquí hacen mares y tierras.

Acaba la cena, acaba el vino, acaba la charla y se despiertan los pasos. La Luna se ha puesto: en la oscuridad acogedora de la noche andamos mirando hacia las estrellas. La intensidad del azul nocturno hiere, el peñasco nos acerca al cielo. ¿Dónde estará la Estrella del Norte? Me preguntas, Hace días que quiero buscarla. Creo que está entre el Carro y el Dragón. ¿Cuál es el Dragón? Puede que sea este de ahí, pero no estoy seguro. Pies al suelo, la cara metida en el cielo, los dedos que apuntan construyen geometrías nuevas entre nosotros y las estrellas. Yo sabía reconocer Escorpio, yo Heracles… El tiempo sopla las horas, convierte su brisa en memorias: el cielo parece un lago donde es posible bañarnos, las estrellas cosas vivas.
Despacio, como una marea lenta, dulce, constante, la noche nos restituye a una realidad más grande: nuestro hogar es este, una tierra que da vueltas suspendida entre estrellas como un niño en un gran corro, nuestro hogar es un trozo de realidad calentado por una estrella que creímos un dios, nuestro hogar es algo que decimos no tiene fronteras ni de tiempo ni de distancia, nuestro hogar es el eterno e infinito: ¿Cómo pudo el ser humano ser tan idiota de creer poder entenderlo todo?, ¿Cómo podemos ser tan idiotas de preferir una pantalla a todo esto? Pero, este escalofrío que da el misterio cada vez que roza el pensamiento… Mañana buscaremos un mapa del cielo y comenzaremos a aprender, y mientras y todavía, galopa el caballo desde la oscuridad de la cueva y del tiempo.

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